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María Freire


Esta ha sido sin duda una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida. Todo comenzó en Mayorga donde un grupo de jóvenes de Valladolid nos reunimos para rehabilitar un antiguo colegio. Este campo de trabajo fue una de las cosas más sorprendentes porque parecía imposible hacer algo con ese edificio en tan mal estado y lo que conseguimos trabajando todos juntos fue increíble. Todos nos ayudábamos continuamente sin importar la edad y entregábamos nuestro trabajo al Señor con una alegría enorme.

Uno de los días, unos pocos fuimos a una residencia de ancianos y estuvimos hablando con ellos. Es increíble lo necesitados que estaban de alegría, esperanza y fe y allí nos puso el Señor para transmitírselo. Personalmente hablé con una señora que había perdido a su marido porque le alcanzó un rayo y se había quedado al cuidado de tres hijos. Me dijo que lloraba todos los días pero que siempre rezaba aunque con pocas esperanzas. Yo le prometí rezar por ella, por Vicenta, y le dije que tuviera la seguridad de que Dios nunca la abandonaría. Ahora pido al Señor siempre por ella para que sea feliz y cada persona de la residencia debería tener a alguien que rece por él. Esta fue una experiencia enorme que me llenó muchísimo.

Después fuimos a Segovia donde nos juntamos con jóvenes de Castilla y León y aprendimos cosas de Santa Teresa y de nosotros mismos.

Por último, estuvimos en Ávila en el encuentro europeo de jóvenes. Volvimos a andar los pasos de Santa Teresa y visitamos la ciudad de forma divertida con gymkanas y juegos. Todas las noches había conciertos en los que jóvenes de todo el mundo compartíamos nuestra alegría con Jesús cantándole el himno del encuentro.

Me gustaría destacar la vigilia del último día. Fue para mí una de las mejores cosas del encuentro porque todos alabamos a Dios con unas canciones preciosas. El momento de la exposición del santísimo en el que hubo tantísimas personas unidas por un mismo sentimiento, el de la fe en Dios, sintiéndole con gran profundidad y respetándole con un silencia enorme, me llenó de gran alegría y sólo quería reír y dar abrazos a todo el mundo cuando la vigilia terminó.

Por último, debo nombrar también las reflexiones por grupos o las catequesis que me han servido para reforzar mi fe compartiéndola con los demás y es que, durante este encuentro, he recibido el amor de Dios a través de cada una de las personas que han participado en él, todas las personas con las que he compartido momentos me han transmitido la presencia del Señor, así que, le doy las gracias por ello.

María Freire Lázaro

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